En los últimos días se ha debatido un poco sobre la izquierda peruana y las razones de su crisis, mencionándose la importancia de lo personal en la política, la dinámica interna de los propios partidos que animaron la Izquierda Unida y también, los cambios en el entorno a los que estos no se adaptaron.
Me llama la atención de este intercambio que sea tan bacancito. Los interlocutores se arrojan sobre los despojos del cadáver de una izquierda que desapareció hace casi 20 años y sobre algunos "muertos vivientes" como serían en esta lógica, personas como Javier Diez Canseco. O se lamentan ucrónicamente de la indecisión de Alfonso Barrantes por ejemplo, para no formar un Partido Social Demócrata. Es decir, por no haber estado a altura de los tiempos (actuales).
Los partidos no respondieron a los cambios de la sociedad, los cambios en ese pueblo que decían representar, no se ajustaron a las nuevas demandas, que eran de ciudadanía e inclusión y no de militancia y revolución.
DEBIERON ser modernos, DEBIERON ser como en Brasil o Chile o España (supongo), DEBIERON dejar de lado a los extremistas, DEBIERON deslindar claramente con Sendero Luminoso, DEBIERON renunciar a todo tipo de violencia. Esos partidos leídos restrospectivamente son un cúmulo de errores que no deben repetirse.
¿Cuál es la lección para las nuevas generaciones?
La vieja izquierda debe ser sustituida por otra que se adapte a las exigencias de una sociedad no clasista, donde las aspiraciones y las identidades son de tipo cultural o donde no importa nada si es que ya se es consumidor y ciudadano (puede cambiar el orden), una izquierda que no plantee cambios de sistema sino buena administración de los recursos. Moderna, inteligente, dialogante, democrática. OK.
Me llama la atención de este intercambio que sea tan bacancito. Los interlocutores se arrojan sobre los despojos del cadáver de una izquierda que desapareció hace casi 20 años y sobre algunos "muertos vivientes" como serían en esta lógica, personas como Javier Diez Canseco. O se lamentan ucrónicamente de la indecisión de Alfonso Barrantes por ejemplo, para no formar un Partido Social Demócrata. Es decir, por no haber estado a altura de los tiempos (actuales).
Los partidos no respondieron a los cambios de la sociedad, los cambios en ese pueblo que decían representar, no se ajustaron a las nuevas demandas, que eran de ciudadanía e inclusión y no de militancia y revolución.
DEBIERON ser modernos, DEBIERON ser como en Brasil o Chile o España (supongo), DEBIERON dejar de lado a los extremistas, DEBIERON deslindar claramente con Sendero Luminoso, DEBIERON renunciar a todo tipo de violencia. Esos partidos leídos restrospectivamente son un cúmulo de errores que no deben repetirse.
¿Cuál es la lección para las nuevas generaciones?
La vieja izquierda debe ser sustituida por otra que se adapte a las exigencias de una sociedad no clasista, donde las aspiraciones y las identidades son de tipo cultural o donde no importa nada si es que ya se es consumidor y ciudadano (puede cambiar el orden), una izquierda que no plantee cambios de sistema sino buena administración de los recursos. Moderna, inteligente, dialogante, democrática. OK.
Es decir una izquierda inofensiva, que se preocupe de lo accesorio (lo superestructural, se decía antes), que aprenda gerencia, que sea bien vista por el poder en tanto no cuestione el fondo de su esencia.
Dije que era un dialogo de bacanes entre otras cosas porque se hace desde la comodidad, no desde el margen, o la lucha política, o la crítica real. La izquierda que podría polemizar legítimamente con ellos desapareció hace dos décadas, y así qué fácil, qué bravos que se ven. Si acaso algún izquierdoso habla desde su ultratumba, es descalificado porque su discurso no es el que está de moda y su jerga es de los 70 y ya no entiende nada.
Pero aún si se deja de lado a esos caricaturizados viejos izquierdistas, sí hay con quienes discutir si se quiere ir perfilando una identidad de izquierda "moderna" o lo que sea. Pero se tiene que ir al terreno: allí están el gobierno, el partido aprista, los militares, los fujimoristas, los senderistas en las universidades y en el Huallaga, los humalistas, los cocaleros, los nacionalistas, los etnocaceristas, los chavistas, los ecologistas, los partiduchos regionales y locales que usan la farsa de los CCD para recubrir sus tronchas de poder de legitmidad participativa...
También están las OSB, los trabajadores mineros que cambian de opinión según la zona, las ONG que deben ser criticadas y deben perder ese halo de santidad que las hace invulnerables. En cada espacio local o nacional las ONG deben ser un actor igual, sometido a la negociación, la vigilancia, la crítica.
Pero eso es mucha chamba. Parece que es mejor sacarle la mugre a los viejitos y demostrar cuán moderno se es, y cuán útil se puede ser ("nosotros somos los que podemos construir un partidito de izquierda que no fastidie a nadie eh").
Pienso que el "Cambio generacional" no proviene de que nasca gente alrededor de una fecha o todos hayan escuchado la misma música o ido a la misma universidad o discoteca o les molesten las mismas vainas. Se trata más de personas que se animan a algún proyecto colectivo y se organizan y enfrentan y dialogan con actores reales. Y que piensan que lo que proponen es mejor que lo anterior, pero dentro de una misma tradición. Más que insulsas generaciones debe de pensarse en proyectos colectivos.
Hace un par de meses o algo así tuve la oportunidad de polemizar con un incendiario/violento/ autoritario/ profesor de San Marcos, en uno de muchos eventos realizado con ese estilo durante el 2008. Tuve la oportunidad, digo, pero no la tomé, porque estimé que no eran las mejores condiciones para enfrentar directamente a ese tipo. Me faltó collera y me faltó coraje y me faltó sentido de la oportunidad.
Pero no volverá a ocurrir y a ese tipo como a otros habrá que enfrentarlos en la cancha. Pienso que esta es una buena manera de ir construyendo una nueva generación o un nuevo proyecto y nuevas ganas de resignificar viejos anhelos (no de desecharlos como utópicos). El resto -es mi opinión -es vivir de estos temas, aprovecharse, sacarles el jugo a los muertos. Y hacerse un buen lugar. Lo cual es válido, pero hay que aprender a distinguirlo.